Como quien viaja a bordo
de un barco enloquecido,
que viene de la noche
y va a ninguna parte,
así mis pies descienden
la cuesta del olvido,
fatigados de tanto
andar sin encontrarte.
Luego, de vuelta a casa,
enciendo un cigarrillo,
ordeno mis papeles,
resuelvo un crucigrama;
me enfado con las sombras
que pueblan los pasillos (y me da miedo)
y me abrazo a la ausencia
que dejas en mi cama.

No hay comentarios:
Publicar un comentario